lunes, 6 de febrero de 2012

Sin ti no soy nada

Nerea corría por la acera mojada en dirección a su casa. No había ni un alma en la calle. La lluvia caía y acompañaba su estado de ánimo, a la vez que limpiaba de sus ojos las lágrimas que no quería admitir soltar.
Se refugió bajo un balcón de aquella inesperada tormenta y se preguntó por qué siempre llovía cuando la gente estaba triste. Irónica, decidió tentar a su suerte y se lanzó otra vez a correr bajo la lluvia. Pronto llegó a su casa y se sorprendió al descubrir que aún no había llegado nadie. Se encogió de hombros y fue al baño, donde llenó la bañera para quitarse de encima aquella extraña humedad que no debería estar a principios de Septiembre.
Un rato después, ya estaba en su cuarto escuchando música. Lamentándose de ser tan voluble, tan idiota, tan facilona. Lamentándose de haber confiado en aquél que había creído el amor de su vida. Ahora comprendía, tras un velo de lágrimas, que David nunca le había querido y nunca lo haría. -Lo siento, nena, pero es que me aburría en vacaciones.-Había dicho él antes de irse. Ella sólo había sido un entretenimiento, un juguete, un objeto de usar y tirar. Pero aún así, no lamentaba ni uno de los momentos que había pasado junto a él. El verano que había pasado con David había sido el mejor de su vida. Lástima que sólo hubiera sido un juego para él, pero... Para Nerea cada beso había sido una primera vez, única e irrepetible. Esto era la razón por la que decidió perdonarle, porque le había dado un verano increíble y un primer amor.
Nerea se secó las lágrimas y endureció el semblante. Sus ojos grises se aceraron. -Nunca más-dijo con rabia- volveré a dejarme enamorar de esta manera.-Prometió ella con la huella del dolor en el rostro. Sus heridas tardarían bastante en sanar.

(canción recomendada: Sin ti no soy nada, Amaral)

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